Briones, de joven promesa a viejo crack

Por Mirko Macari

De joven promesa a vieja crack. Bastó ver la cara del ministro de Hacienda, Ignacio Briones, para comprender que la aprobación del segundo retiro del 10% en la Cámara fue un balde de agua fría.

Y lo fue, como dicen en el futbol, más que por el resultado, por el marcador.

Nuevamente buena parte de la derecha se sumó a la paliza que recibió el gobierno. El 80-20 del plebiscito ya es una suerte de nuevo escenario de correlación de fuerzas.

Briones partió como caballo inglés su gestión en Hacienda el año pasado con un tono más de profesor que de Pepe Pato, algo que caracterizó a los anteriores dueños de la billetera fiscal.

Su estilo para debutar fue el correcto después de la revolución plebeya de octubre pasado, también conocida como estallido social. Hoy, sin embargo, los medios coinciden en que el ministro está en su peor momento.

Pero los fenómenos del poder y la sociedad no pueden acotarse, como nos hace creer la cultura de la televisión y la prensa, a los súper poderes o atributos de un solo individuo.

Y es que Briones es solo un eslabón más, quizá el ultimo, en una cadena de autoridades económicas que miran la realidad bajo un paradigma. 

Eso es el famoso modelo neoliberal. Una construcción ideológica que como diría Humberto Maturana, no vemos que no vemos. Somos ciegos a él porque estamos en él. Como un microorganismo que vive en el vientre de una ballena y que cree que ese lugar es el universo entero y no hay nada más allá.

La Pandemia, en marzo de este año, significó para el gobierno una oportunidad  única de levantar cabeza luego de la revuelta de octubre. Como dice mi amigo Cristobal Bellolio, fue como el penal definitorio de Higuain en la Copa América, que pudo darlo vuelta todo, pero que finalmente se fue por arriba del travesaño.      

Donde la gente pedía una ayuda sólida, el ministro Briones celebraba como un gran acuerdo democrático  un aporte  máximo de 65 mil pesos decrecientes por tres meses. Donde se necesitaba estabilidad laboral, se ofrecía seguro de cesantía. Donde se clamaba solidaridad se ponían arriba de la mesa créditos y más endeudamiento.

Todo fue insuficiente y tardío, como le dijeron los propios parlamentarios del oficialismo a su gobierno, el martes en la Cámara.

Nadie rompe lo propio. Los que para el 18 de octubre apedrearon semáforos, atacaron comisarías, quemaron arquitectura patrimonial  y vandalizaron bienes públicos tan preciados como el metro, es porque sienten todo eso como algo ajeno. No se sienten parte de la comunidad política.

Ese es el penal que falló el gobierno, El coronavirus fue un momento para decir “nos cuidamos entre todos, somos  individuos pero también colectivo, no hay nadie desamparado ni abandonado a su suerte”.  

 Una alternativa concreta en sentido fue la que  planteó el ex presidente del Banco Central, Roberto Zahler: aprovechar la buena posición de la economía chilena en el extranjero para endeudarnos razonablemente como Estado.

Esto pues Chile tiene la cuarta deuda más baja de América Latina y una de las diez más exiguas del mundo.

Se trataba de endeudar el país, a la sociedad toda, para que no lo tuviera que hacer cada uno por su cuenta.

Finalmente nada de eso ocurrió porque Piñera, pese a su posgrado en la Universidad de  Harvard, en lo económico es 100% un Chicago Boy.

Su dogma son las cifras macro, la regla fiscal, el bajo endeudamiento público y la expansión del crédito, toda esa teología económica que nos han recitado por más de 30 años los diarios del domingo y cuyos mandamientos los dictan las agencias calificadoras de riesgo allá en Nueva York.

La economía perfecta en desmedro de la sociedad integrada. La misma que explotó por los aires cuando la ya famosa comisión de expertos decidió subir 30 pesos la tarifa del metro el año pasado.

Y así llegamos al retiro del primer 10% de las AFPs. Y ahora al segundo.

Y también a la constatación de que hoy políticamente el gobierno es un boxeador atado de manos recibiendo una verdadera golpiza. Lo está, básicamente porque no comprende que ese modelo económico y esa mirada son lo que muere, lo que ya no sirve, lo que completó su vida útil.

El nuevo ciclo político que se abre ante nuestros ojos demanda nuevas formas de entender la sociedad, el poder, el intercambio y el valor. Emergen conceptos como la economía circular, la economía del bien común, la economía colaborativa, la banca ética y las empresas B. Es un nuevo paradigma, lejos de las dicotomías binarias del siglo XX.

Y entonces lo que se considera gasto y endeudamiento económico, es en verdad inversión en paz social y estabilidad política.

El ministro Monckeberg se quejaba amargamente contra la diputada Pamela Jiles, que dijo que ahora, ya ganado el segundo 10%, iban por Briones. Esto, mientras la ex panelista de SQP sube como la espuma en las encuestas.

No faltaron los que con el espanto y la cara de asco con la que siempre hablan de populismo, ahora asemejaran a la Abuela con Donald Trump.

Lo que no entienden es que ambos, Trump y Jiles, son solo un síntoma. Un subproducto de la cultura de masas que simplifica todo, que nivela para abajo y nos hace sentir emociones comunes solo cuando juega la selección.

Esos mismos que lloran hoy son los que ayer no más pedían suprimir las horas de filosofía por inútil y aumentar las de matemáticas. Los que sepultaron la educación cívica y que prefieren consumidores dóciles antes que ciudadanos críticos. Los que se negaron siempre a bajar el IVA a los libros porque “solo un son bien de consumo más”.

Los mismos decían que era absurdo gastar plata pública en un canal cultural porque la gente prefiere ver programas de farándula. Pues bien, ya es tarde porque la farándula se convirtió en telepolítica, transformando todo en un gran circo que se expande gatillando pulsiones básicas.

Ahí los partidarios de la responsabilidad fiscal, los autodenominados hombres serios que por 30 años han hecho gárgaras con la palabra república, serán devorados por las bestias como en el circo romano, mientras las multitudes gozan y gritan rabiosas en un gran show que solo anticipa la bajada final del telón.

Scroll to Top