Cómo mueren las democracias

Por Mirko Macari

Cómo mueren las democracias, es el libro más citado las últimas 24 horas luego de los episodios de ayer en el Capitolio en Washington DC. La obra de Levitsky y Ziblatt, publicada en 2018, parte preguntándose si está la democracia estadounidense en peligro.

Esto por cierto dado el comportamiento que ya entonces mostraba Donald Trump: tratar al adversario como enemigo, intimidar a los periodistas y amenazar con desconocer los resultados electorales, entre otras pulsiones propias de caudillos tercermundistas.

El estudio concluye que las democracias ya no mueren como en los 70, con aviones Hawker Hunters bombardeando el palacio de gobierno y con  tanques en las calles.

Las democracias ahora fenecen cuando irrumpen estos personajes excéntricos, que se llevan por delante todas las formas y reglas tradicionales de la república.

Pero me atrevo a decir que las democracias están liquidadas mucho antes, cuando quienes ocupan los puestos de autoridad se arreglan los bigotes entre ellos y los ciudadanos honestos, que creen en el sistema y van a votar con la fe del carbonero, se encuentran ante la más absoluta indefensión.

Eso es lo que pasó en 2008 en Estados Unidos con la crisis subprime, también conocida como crisis de las hipotecas. Nueve millones de norteamericanos perdieron su empleo y una cantidad similar se quedó sin hogar.

Son los que pagaron el costo de un crash creado por la falta de regulación y la codicia excesiva de Wall Street.  

 Sin embargo,  el gobierno y los políticos destinaron billones de dólares para salvar a la banca. Lo que es peor, ni un solo  alto ejecutivo de Wall Street fue a juicio.

Se instaló entonces la rabia y la desconfianza en las instituciones y Donald Trump solo fue el efecto de aquello, no la causa.

La democracia ya había muerto antes que Trump fuera Presidente, como murió ayer cuando Antonio Walker anunció en el Palacio de  La Moneda que dejaba su cargo de ministro de Agricultura para postularse a la constituyente. Walker pudo ser ministro de Piñera pese a que como empresario agrícola él y su familia, de insignes políticos, sea una de las principales tenedoras de derechos de agua en un país donde la sequía está matando económicamente a cientos de pequeños agricultores. Y sin contar los miles que ni siquiera tienen acceso a agua potable.

Walker es uno de los diez empresarios que ha recibido más aportes de la Comisión Nacional de Riego, organismo dependiente del ministerio de Agricultura. Este dato se obtiene sumando  todas las empresas que ha constituido y que es justamente lo que hicieron las periodistas Alejandra Carmona y Tania Tamayo en su libro de investigación El Negocio del Agua en Chile.

En este señalan que solo Agropecuaria Walker y Prieto ha recibido 181 millones de pesos en ocho años.  59 millones recibió la sociedad W y L, ahora a cargo de su esposa, Andrea Lecaros.  Y Frutícola Porvenir, constituida junto al hermano de Andrés Allamand, recibió otros 39 millones.

Antonio Walker  reconoce tener derechos de agua de 400 litros por segundo. Pero no tiene comentarios para el hecho de que su hermano José es el que posee, escúcheme bien, 28 mil litros por segundo.

Murió la democracia cuando la ciudadanía habló fuerte y claro en el plebiscito de octubre, diciendo que no quería en la Convención Constitucional políticos tradicionales, gente que venga del actual Congreso o de los partidos. 

Sin embargo,  los independientes suben el Everest tratando de conseguir las firmas que necesitan para presentarse a la elección de convencionales.

Esto, mientras aquellos que han pasado por todos los cargos de poder en estos 30 años se demoran un segundo en anunciar candidaturas, como lo hizo el senador Felipe Harboe la semana pasada.

Justamente Harboe es uno de los que menciona el reportaje que publicó en diciembre pasado el periodista Nicolás Sepúlveda en CiperChile. Ahí viene la lista de políticos que no serán investigados por la Fiscalía pese a haberse valido de boletas truchas para financiar ilegalmente su actividad de “servidores públicos”.  Estos solo recibieron multas en los tribunales tributarios.

A través de su colaborador cercano René Arrieta y su empresa Asesoría e Inversiones Arrieta, Harboe recibió $52 millones de Copec, Arauco y Corpesca, todas del grupo Angellini. Esos pagos fueron rectificados por las empresas, es decir estas asumen que no había trabajos realizados por las boletas, sino platita pura y dura para quien ahora quiere ser parte de la redacción de la nueva constitución.

Harboe levanta como parte de sus activos para estar en esta instancia histórica el ser un hombre serio, sensato, moderado, curtido en los asuntos de Estado y toda la sapiencia jurídica de un buen abogado.

Como histórico PPD, también podría enarbolar experiencia empresarial. mal que mal, SQM  estuvo en la ficha de militantes de esa prestigiosa colectividad política.

Muere la democracia cuando, según consigna la misma nota de Sepúlveda, Mario Desbordes, adalid de la derecha social y ahora precandidato presidencial, declara bajo juramento como mandamás de RN,  que los $126 millones que entregaron las empresas Copec a Asesorías Técnicas S.A., una sociedad creada por el partido, fueron a cambio de informes reales. Sin embargo,  los representantes legales de Copec dijeron lo contrario.

Los pagos fueron una verdadera cuchita para la tienda de Antonio Varas, pues los recibieron religiosamente mes a mes,  entre enero de 2008 y diciembre de 2013.

Podría contarle también, señora señor, que aparecen en las sentencias de los tribunales tributarios recibiendo dineros de empresas a través de personas o sociedades relacionadas, el presidente de la DC Fuad Chahín, el de la UDI Javier Macaya, y el actual ministro del Tribunal Constitucional y ex operador UDI, Cristian Letelier, entre otros pro hombres que son símbolo de nuestra ejemplar república.

También podría mencionarle que aquellos que  recaudaron platas ilegales para la Corona, es decir para las ex campañas  de Bachelet, Piñera y Frei, ni siquiera multa tuvieron. Así no más: un carpetazo para los Jefes de Estado y se acabó.

¿Pero sabe qué? No  se lo voy a contar nada de eso, porque no quiero que me acusen de estar matando la democracia, como a Donald Trump.

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