Un nuevo mundo

Por Mirko Macari

Terrible, duro,  insólito. El peor año de la historia o al menos el peor del  que tengamos recuerdo. La revista Time simplemente le hizo la cruz en una portada. No faltan adjetivos negativos para la calificar este 2020 a la hora de los balances.

Quiero aquí, sin embargo mirar la parte del vaso llena, invitarlo a pensar más que un año malo, en un año puente.  Uno que marca inequívocamente el fin de un ciclo y el comienzo de otro.

En Chile al menos terminó definitivamente una década que desde 2011 mostró el deterioro institucional inequívoco cuando descubrimos que la Constitución prohibía el lucro en la educación superior pero que las universidades se estaban forrando a través de martingalas.

Que tenemos la educación más cara del mundo pero que definitivamente no es la mejor. Y que las familias se  endeudan en el mercado de la educación con una promesa de mérito que casi no se cumple.  

Supimos que los curas no eran santos y que tras sus prédicas de bondad había encubrimiento institucional de abuso sexual masivo de niños y jóvenes.  Karadima, Precht y Poblete nos mostraron que ni la izquierda ni la derecha del catolicismo se salvaban y ya no había que creer en santitos.

La colusión de las farmacias, de los pollos, del papel confort y una política inútil, muchas veces cooptada por grandes intereses, nos abrió los ojos para ver que nuestro voto iluso servía de poco porque todo está cocinado tras bambalinas. Penta, SQM y Corpesca nos quitaron la virginidad política.

El estallido social primero y el Covid después nos confirmaron que nuestro Estado no da el ancho para cubrir las necesidades de todos los ciudadanos ante una catástrofe.

Que somos más una economía que una sociedad y tenemos un desequilibrio brutal entre lo individual y lo colectivo. Una fractura profunda en el paradigma de estos últimos 30 años se hizo evidente e insoportable.

Lo sabíamos trágicamente desde que se murió Lissette Villa en las manos del Sename pero ahora lo confirmamos con largas colas en plena escalada de los contagios para obtener el seguro de cesantía,  el retiro de la AFP o el IFE. 

Por eso, un 80 por ciento de los chilenos manifestó su voluntad de cambio, de avanzar hacia un nuevo pacto social.

Los partidos políticos, el Congreso y la presidencia están en el sótano de las encuestas, dejándonos en claro que la energía salió del sistema institucional y el poder está en otra parte.

El senador Insulza se quejaba amargamente en mayo de 2019 de que había emergido un nuevo poder fáctico: las redes sociales. En esa ocasión el Presidente y el Senado habían logrado consenso: la nueva ministra integrante de la Corte Suprema sería Dobra Lusic.

 Pero el nombramiento se hizo insostenible en la medida que aparecía información que cuestionaba la idoneidad de la jueza. La tracción en redes sociales fue un tsunami  que volvió inútil el ritual de los acuerdos entre los poderes de la República agónica.

Ese mismo hielo frío de obsolescencia le pasó por la espalda  este año al senador Ricardo Lagos Weber cuando quiso colgarle una guirnalda propia al árbol de pascua que fue el primer retiro del 10% de las AFPs.

La indicación es el método habitual de los honorables para dejar su huella en la ley. Solo pasaron tres días entre que lo anunció y lo tuvo que bajar, pues la capotera que recibió en tuiter fue digna de aquellas que antaño ocurrían solo en colegios de hombres.

20 mil o 200 mil personas que no se conocen entre sí, pero que las une una rabia, las moviliza una causa, las agrupa un interés, tienen ahora el poder que hasta hace muy poco solo tenían un puñado de 20 senadores, empresarios o gente influyente, que reunidos a puertas cerradas en alguna conspicua casona, definían  los destinos del país. 

Podríamos hablar perfectamente que empezamos a habitar un tiempo plebeyo.

En 2020 el teletrabajo dejó de ser tendencia hipster o práctica milenial, para convertirse en la nueva normalidad. 

Según Forbes, las grandes corporaciones globales están vendiendo cerca de un millón de metros cuadrados de oficinas en el mundo entero. Explotó el e-comerce y el delivery llegó para quedarse. La casa será el centro de la vida laboral, la afectiva y del esparcimiento.

Emol informaba la semana pasada de la migración de familias desde ciudades grandes a localidades más pequeñas en medio de la Pandemia. Esto medido a través de los cambios de domicilio del Registro Social de Hogares

El sociólogo y urbanista Ricardo Greene decía ahí que hay dos escenarios: Por una parte están los grupos que, afectados por la crisis socioeconómica, vuelven a los pueblos donde tienen sus redes de apoyo. Y por otro que son quienes, beneficiados por las condiciones que brinda el teletrabajo, se radican en sus segundas viviendas. A esto último se atribuye por ejemplo que en los colegios de Vitacura se redujera la matrícula en un 11%, en los 15 establecimientos particulares pagados de la comuna.

La Cuarta Revolución Industrial a la que la Pandemia nos lanzó de cabeza también acelera la inteligencia artificial y esto nos enfrentará a que el trabajo humano mecánico y repetitivo será hecho por robots.

El valor entonces estará en aquello en que las máquinas no pueden reemplazar al hombre: pensamiento crítico, colaboración, conexión emocional, creatividad.

Las incertidumbres y cambios seguirán en 2021 por cierto. Tal como señala Moisés Naim, quizá el Covid es solo un ensayo general para los desastres que podrían venir de la mano del cambio climático.

Por lo pronto, me quedo con un meme que me hizo todo el sentido: No es el fin del mundo, es el comienzo de uno nuevo.

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